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El monitoreo es la clave para preservar colonias de abejas

La parasitosis producida por el ácaro Varroa destructor, conocida como Varroosis, afecta a las abejas melíferas causando la muerte de las colonias, si esta no es tratada en tiempo y forma. Por este motivo, especialistas del Programa Nacional Apícola hacen énfasis en la necesidad de realizar un monitoreo y control temprano de la parasitosis para mejorar las condiciones de las colmenas al ingreso del periodo de escasez de néctar.



Frente a la amenaza epidemiológica de enfermedades que impactan de manera negativa en la producción apícola, el INTA cuenta con un sistema de apiarios centinela distribuidos en la provincia de Santa Fe. De esta manera, se recolecta información que permite adoptar medidas sanitarias acordes y tempranas para la prevención y control de Varroosis.

Ezequiel Bertozzi explicó que “la varroa se alimenta principalmente de los cuerpos grasos y la hemolinfa de todos los estadios de desarrollo de las abejas y ocasiona daños irreversibles si no es controlada y diagnosticada a tiempo. “El otoño es el momento más importante para reducir la población de Varroa destructor en las colonias”, advirtió Bertozzi quien detalló que el monitoreo debe realizarse con la anticipación necesaria para que, en caso de ser requerido, llevar a cabo el tratamiento acaricida y tener el tiempo necesario para que se desarrollen dos ciclos de cría completos con la parasitosis controlada antes de comenzar el invierno. Así, “las nuevas abejas podrán acumular reservas corporales y transitar el receso invernal sin los efectos negativos del parasito”, indicó.


Este ácaro posee características morfológicas que le permiten adaptarse a la biología de las abejas, pasando muchas veces desapercibido ante los ojos del apicultor. Cuerpo cubierto de pelos cortos con función sensitiva, cuatro patas con ventosas y garras que le posibilitan desplazarse sin complicaciones dentro de la colmena y un aparato bucal adaptado para lacerar y succionar los cuerpos grasos y la hemolinfa de las abejas, son algunas de sus particularidades.


Cuando la prevalencia del ácaro en la colmena es alta, las abejas parasitadas presentan alteraciones fisiológicas, malformaciones en las alas, patas y abdomen. Además, “se ha comprobado que el ácaro es capaz de inocular bacterias y diversos tipos de virus que son responsables de estos cambios físicos”, agregó Bertozzi.


Monitoreo temprano

“Los signos pueden presentarse como una disminución en la producción de la colmena, o, en los casos de parasitosis severas, puede producir la muerte de la colonia, ya que, por ejemplo, son incapaces de formar el bolo invernal”, agregó Ezequiel Bertozzi. Para prevenir esto, especialistas del INTA realizan una serie de recomendaciones para el monitoreo de las colmenas.


“El monitoreo es la única herramienta de diagnóstico que se dispone y brinda información certera sobre la situación de la parasitosis en el apiario”, señaló el especialista. En este sentido, agregó que “el control temprano es clave para que el tratamiento sea exitoso”.


Para determinar el porcentaje de varroa en abejas, se debe disponer de un frasco de boca ancha que contenga el agua y alcohol; se debe deslizar de arriba hacia abajo de ambos lados del cuadro y de esta manera las abejas caerán en su interior. Es necesario repetirlo con tres cuadros diferentes del centro de la colmena, donde se encuentran mayor cantidad de abejas nodrizas, y es importante que además contengan cría abierta.


“El contenido se debe agitar durante cinco minutos y ser volcado en un doble tamiz”, continuó Bertozzi. El tamiz superior retendrá las abejas y el inferior, con orificios de menor tamaño, los ácaros, esto permitirá contar la cantidad de abejas y varroa obtenidas.


El grupo de especialistas insiste en que se debe tomar muestras del 10 % de las colmenas del apiario o un mínimo de seis si el apiario posee menos de 60 colonias. Esta prueba hace posible determinar el porcentaje de infestación y, consecuentemente, si el apicultor debe aplicar un acaricida.






Hernán Pietronave señaló aportó que se recomienda realizar monitoreos pre, durante, es decir, entre los siete y diez días, y post tratamiento utilizando siempre las mismas colmenas. Esta práctica de seguimiento permitirá conocer el éxito del control y tomar medidas correctivas ante una falla del acariciada aplicado.


La interacción del ambiente, las abejas y el ácaro es propia de cada zona, “por lo que es necesario diseñar estrategias de control de acuerdo a cada región”, explicó el especialista. En el caso de ambientes templados, se debe comenzar con el monitoreo a partir de fines de febrero, y se debe tener en cuenta que luego del tratamiento, las colonias dispongan del tiempo suficiente para generar al menos dos ciclos de cría completos”.


El control de varroa debe incorporar la rotación de acaricidas, incluyendo paulatinamente productos orgánicos. El tratamiento debe ser acompañado de un manejo asociado de las colmenas para mejorar el éxito y se debe tener en cuenta la utilización de productos autorizados por Senasa para uso en abejas.


La varroosis se manifiesta en forma más severa en zonas donde los inviernos son poco rigurosos y hay cría presente de manera continua, facilitando la reproducción ininterrumpida del ácaro mientras disminuye paulatinamente la población de abejas.


“Por eso, ingresar a la invernada con colonias que tengan abundante población de abejas, buena cantidad de reservas y sobre todo un bajo número de ácaros es imprescindible para lograr un buen desarrollo de las colonias durante la primavera”, explicó Pietronave.


Por último, el grupo investigador mencionó que las sequías y altas temperaturas que tuvieron lugar en la provincia ocasionaron un gran stress en las colmenas, factor que puede afectar una adecuada invernada. “Frente a este escenario, es de crucial importancia monitorear las colmenas para conocer el estado sanitario y realizar el tratamiento oportuno. Ello redundará en abejas longevas y colmenas que llegarán productivas a la próxima temporada”, destacó Pietronave.


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