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La guerra y el agro argentino: los costos y las oportunidades de la neutralidad

El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, modifica el escenario en los costos de los fertilizantes, con efectos impredecibles. Las repercusiones en el mercado obligan a rever las proyecciones de producción.



En Ucrania, los productores se preparaban para la siembra de cebada y de maíz. La guerra cortó los flujos comerciales con la Unión Europea. Entre Rusia y Ucrania tienen el 30 por ciento de las ventas mundiales de trigo, el 19 por ciento del maíz y el 80 por ciento del aceite de girasol.


El mar Negro y el mar de Azov, con algunos de los principales puertos del mundo, quedaron envueltos por los combates. Los países importadores, entre los que se cuentan China, la Unión Europea, Egipto e Irán, tendrán que recurrir a fuentes sustitutas para abastecerse.


A la incertidumbre del presente pandémico, la guerra ruso-ucraniana le sumó una redundancia. La neutralidad que adoptó el gobierno argentino, basada en una larga tradición, busca distanciarse de la inestabilidad absoluta en las relaciones comerciales globales.


Rusia y Ucrania ocupan un lugar predominante también en petróleo y gas, como en minerales y metales cruciales para las industrias. Los precios de la energía, los metales, los alimentos, y con ellos todos los demás, escalaron a una altura que durará tanto como los enfrentamientos.


Para la Argentina, el aumento de los precios internacionales puede compensar la caída en los volúmenes de producción y dar alivio a un Banco Central que terminó febrero con un saldo negativo de 190 millones de dólares, acumulando cuatro meses de ventas netas.


En el primer bimestre del 2021, el Central compró 790 millones de dólares, y el vencimiento próximo con el FMI apura el tratamiento y la sanción parlamentaria del acuerdo enviado por el gobierno.

Impacto en los fertilizantes

Un impacto fundamental de la guerra se da en los fertilizantes: en 2021 la demanda argentina de esa clase de insumos se incrementó entre 6 y 8 por ciento interanual, alcanzando un total de 5,6 millones de toneladas. Una ralentización del ritmo podría impulsar la producción más baja de los últimos 14 años.


Con la sequía, se proyectaba una caída del 30 por ciento respecto al estimado de inicio de la campaña. A fines de enero, el ministro de Producción santafesino, Daniel Costamagna, calculaba que en la provincia la pérdida rondaría entre el 25 y el 40 por ciento.


El problema energético

En 2021, el déficit de la balanza comercial energética fue de 2.200 millones de dólares. Para este año, la importación de gas y combustibles puede superar los 6 mil millones de dólares.


La cantidad de barcos necesarios para cubrir el faltante de gas local crecerá por la merma de la generación hidroeléctrica a raíz de la sequía y las restricciones del gas boliviano, y el aumento del precio del GNL empujará el costo general, demandará una mayor cantidad de dólares y dificultará la recuperación productiva y el cumplimiento de las metas establecidas con el FMI.


El manejo de bajos stocks llevó a que China y Rusia, los principales exportadores de fertilizantes, adoptaran políticas más limitadas e incentivaran la suba de precios. Sumado a la elevación del costo del transporte marítimo, los insumos fundamentales para la producción alcanzaron máximos históricos.


Con el estallido de la guerra, la importación se quedó sin referencias y los principales proveedores locales dejaron de tomar pedidos.

Impacto en la urea

El alza de precios del gas impacta de lleno en la producción de urea, el principal fertilizante aplicado. La Unión Europea incrementó sus compras a Egipto y Argelia, dos de los principales proveedores nacionales. A su vez, el huracán que golpeó al estado de Florida en Estados Unidos durante julio pasado, afectó plantas de fosfato, de urea y complejos petroquímicos.

De los más de 5 millones de toneladas usadas en la Argentina, solo 1 millón es de producción nacional. Los precios internacionales de la urea y el fosfato monoamónico (MAP) saltaron entre 60 y 80 dólares por tonelada entre enero y septiembre del 2021, mientras el récord de uso impulsó el récord de importaciones.


La principal planta de producción de Profertil en Bahía Blanca suspendió su producción entre mayo y junio pasado. De las otras, entre las cuatro principales, dos pertenecen a Bunge y están en la provincia de Buenos Aires, y la otra es la que TFA tiene en Puerto General San Martín.



El 60 por ciento del consumo mundial de fertilizantes se concentra en nitrogenados. El resto se distribuye principalmente en fosforados, potásicos y azufrados. La reposición de nutrientes es clave para la conservación de la materia orgánica y el aumento sostenible de la producción.


Las repercusiones en el mercado de fertilizantes obligan a rever las proyecciones de producción. El menor uso implica un deterioro de los suelos y una menor productividad, con peores resultados económicos y ambientales. (Lucas Paulinovich – Sumapolitica.com.ar)


El ABC Rural

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