Malezas en soja: Cómo controlarlas de manera efectiva
La certeza de que las malezas son un efecto de la acción, es decir, una respuesta a la forma de manejo del lote, pone de relieve la importancia de transformar las prácticas agronómicas.
La historia del problema se remonta a la década de los 80, con el desarrollo e introducción de los herbicidas inhibidores de ALS y del glifosato, que permitieron dar el gran salto hacia la agricultura con la aplicación de tecnología meramente de insumos. De un modelo complejo y demandante de conocimiento, en el que el control de las malezas era la etapa más costosa (dentro del manejo de los cultivos), se pasó a un esquema con base en tecnologías de insumos, mucho más simple –incluía un solo cultivo (soja)–, que no tenía labranzas y el control de malezas se hacía con unos pocos herbicidas.
Ese modelo productivo de corto plazo, con escasas rotaciones y una alta dependencia a insumos externos, generó una presión de selección –ejercida por la reiteración en el espacio y tiempo– que derivó en especies resistentes y tolerantes a herbicidas. Es, sin dudas, un problema que ocupa la agenda de técnicos, asesores, investigadores y productores agropecuarios por igual, debido no solo al costo económico de su control, sino también, por la frecuencia de su aparición.
Al competir por el agua y los nutrientes del suelo, las malezas generan pérdidas económicas e interfieren durante la cosecha. De hecho, un estudio de campo liderado por Francisco Bedmar, docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Mar del Plata e investigador de la Unidad Integrada del INTA Balcarce, demostró que existe una competencia real con los cultivos. Bajo siembra convencional y sin control de malezas, la soja rindió un 76% menos; el maíz tuvo una merma del 65% y el girasol del 38 %. “La magnitud de las pérdidas varía mucho según el cultivo, el sistema de labranza, las condiciones edáficas de suelos, climáticas, entre otras razones”, explicó Bedmar.
“Históricamente, las malezas fueron un problema difícil y costoso de resolver, pero el panorama empeoró como resultado final de la sobre simplificación del sistema productivo agrícola, donde el manejo de malezas se limitaba al empleo de uno o unos pocos herbicidas como única y exclusiva herramienta”, señaló por su parte, Juan Carlos Papa, especialista en manejo de malezas del INTA Oliveros.
Según el informe de la Red de Conocimiento en Malezas Resistentes, coordinada por AAPRESID, hay 21 especies con 39 biotipos resistentes a glifosato, graminicidas selectivos post emergentes, imidazolinonas, sulfonilureas y triazolpirimidinas y herbicidas hormonales, incluidos 13 casos de resistencia múltiple y 7 especies tolerantes, todas problemáticas, variando su presencia y magnitud del perjuicio, según las diferentes regiones.
Entre las resistentes se pueden citar como muy frecuentes al “yuyo colorado”, “capín”, “pata de ganso”, “sorgo de Alepo” y “rama negra” y entre las tolerantes se pueden citar a Chloris y Trichloris, Comelina Erecta (flor de Santa Lucía) y Borrería Verticillata.
“NO HAY RECETAS MÁGICAS”
Papa subrayó que “no hay recetas mágicas, tampoco soluciones milagrosas para la corrección de errores. Debemos ser conscientes que a las malezas no las vamos a manejar exitosamente solo con herbicidas. Debemos capacitarnos continuamente en manejo, bioecología y modo de acción de los herbicidas. Debemos realizar abordaje integral de los problemas considerando al sistema en su conjunto”.
Para evitar el surgimiento de nuevas resistencias es fundamental el monitoreo permanente de los lotes y la planificación, para actuar a tiempo y evitar que se agrave el problema. Al respecto, Pablo Belluccini, especialista en protección vegetal del INTA Marcos Juárez –Córdoba–, expresó que es muy común ver que, en muchos lotes, las fallas en el control con herbicidas se deben a las aplicaciones tardías sobre malezas muy desarrolladas. “Una vez que la maleza semilló, no tiene sentido la aplicación de un herbicida, porque no tendrá el efecto deseado sobre la planta y, además, deja instalado el problema para el año próximo”, aseguró.
En este sentido, para avanzar en el manejo eficiente de las malezas, es necesario conocer la historia de los lotes, algo que parece fácil, pero que resulta difícil frente a arrendamientos de muy corta duración. Además de conocer la historia de aplicaciones en el lote, es imprescindible “realizar un diagnóstico correcto de las especies de malezas y su estado de desarrollo antes de la aplicación de productos de posemergencia”, explicó Bellucini.
La evolución de la resistencia o tolerancia de las malezas es parte de un proceso continuo que puede estar incentivado por la selección de biotipos que se adaptan a las modificaciones del hombre. En este sentido, una de las estrategias impulsadas por los expertos del INTA es el Manejo Integrado de Malezas, debido a que permite producir y al mismo tiempo, asegurar la sustentabilidad del agro-ecosistema.
ROTACIÓN DE LOS CULTIVOS
Entre los principales aspectos del MIM, Papa hizo hincapié en la rotación de cultivos y de herbicidas con distintos mecanismos de acción, el monitoreo continuo, la aplicación correcta de los herbicidas, la siembra de semillas de buena calidad, de origen conocido y libre de propágalos de malezas, no sembrar sobre malezas vivas, limpiar bien los equipos y planificar las acciones.
“Está demostrado que los barbechos invernales demasiado largos favorecen la evolución de resistencia debido a que con elevada frecuencia requieren de tratamientos residuales que, reiterados en el tiempo, ejercen una fuerte presión de selección”, indicó Papa quien explicó: “Por el contrario, la implementación de cultivos invernales de cosecha o de servicio (cultivos de cobertura) tienden a ocupar los lotes que de otra manera serían invadidos por las malezas, impidiendo o limitando su proliferación y contribuyendo a reducir el uso herbicidas, además de aportar muchos otros beneficios y contribuir a la estabilidad de los sistemas”.
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